Ya sé que os debo unas cuantas, pero hoy os voy a contar una historia que tengo pendiente desde hace algún tiempo.
Me gusta Asturias. Me gusta muchísimo. El paisaje es verde, los árboles forman arcos de sombra sobre las carreteras, los pastos siempre están frescos y la gente es de lo más sana y amable. Da gusto estar allí, y cada vez que voy me siento como en casa, cómoda y relajada. En cambio, una vez que se me ocurrió ir al pueblo de al lado de Port Aventura, nada más bajar a la calle una chavala de la mitad de mi edad me miró entre horrorizada y asqueada cuando me oyó hablar castellano al preguntar al dependiente -árabe, para más señas- de un puesto callejero. Conclusión: nunca volví, y en cambio en Asturias nos tienen asegurada la visita al menos una vez al año.
A lo que iba. Cerca de Arriondas está la fábrica de quesos y derivados lácteos de Arias. Bueno, estaba, porque este año cuando fuimos había cambiado su nombre por Lafuente.
Como solemos hacer compra industrial de queso, nos acercamos a las oficinas -que estaban cerradas- y uno de los empleados de guardia nos atendió. Charlando un poco le pregunté por el cambio de nombre, y me estuvo contando una serie de cosas muy interesantes que yo os voy a transmitir. La primera, que Arias quería cerrar porque la fábrica no le salía rentable, y que los trabajadores lógicamente no estaban de acuerdo con tal postura, que creían en su trabajo y en que había posibilidad de sacarla adelante. Parece que finalmente negociaron su venta al grupo Lafuente, quienes apostaron por la fábrica: no sólo mantuvieron la plantilla al completo sino que han contratado más personal. En lugar de quesos curados se han dedicado al queso fresco, tipo mozzarella, y les va muy bien. A mí me emocionó profundamente oírle decir eso, y más con los tiempos que corren. También me dijo que esta empresa cántabra producía y suministraba a la cadena de supermercados Mercadona, quienes estipulaban una serie de condiciones u obligaciones, de las cuales me llamaron la atención positivamente las siguientes: que la materia prima se obtuviera siempre de la zona en la que se ubica la fábrica, garantizando de este modo la supervivencia económica de la zona, y que el producto se suministre en las siguientes 24 horas a su fabricación, por lo que se garantiza la máxima frescura.
Resumiendo, que de verse los 200 empleados con un pie en la calle, han pasado a mantener sus puestos, reforzar la plantilla y tener un gran volumen de trabajo, consiguiendo beneficios para todos: para ellos, para sus clientes, para sus proveedores...
Este es un modelo encomiable de gestión empresarial. Y como me parecía que es una historia digna de ser contada, ahí queda.
Ojalá más directivos tengan esta misma visión, apuesten por la calidad y el esfuerzo, y podamos contar más a menudo noticias como esta.
La vida es maravillosa en algunas ocasiones, no cabe duda.
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