01 noviembre 2009

Día de promoción

Holaaaaaaaaaa, ¿qué tal todo? Yo, ahora que me he incorporado de nuevo a la vida laboral, ando como la pata de un romano: siempre liada.

De todas formas, algo de tiempo para elucubrar ya me queda. Llevo tiempo dándole vueltas a una idea que últimamente no consigo sacarme d ela cabeza, igual porque uno de mis compis vive en Francia y al hilo de esto hago algunas asociaciones mentales inevitables. Ya, ya, os lo explico :o))

Hablo de las promociones. No sólo de cómo cada uno vende su imagen o su trabajo, sino a nivel nacional, de lo que algunos países -pongamos por caso al vecino del norte- reivindican como suyo aunque no lo sea. Todos los mejores vinos son franceses, los mejores perfumes, los mejores diseños, los mejores museos, las calles más bonitas y hasta los mejores amantes se atribuyen como patrios. Qué quieres que te diga, algunos productos de calidad sí que tienen, pero tanto como decir que todo lo mejor del mundo se hace allí, lo veo un poquito exagerado. Pero a ellos les va bien, y la gente se lo cree e incluso lo asume como cierto.

Y luego estamos el resto, de los que vamos de modestos, o de gilipollas en nuestro caso. ¿Sabíais que el Santo Grial está en España? Sí, sí, no has leído mal. El único de los que pretenden serlo que cuadra por materiales y cronología es el español, que está en la Catedral de Valencia, y yo me enteré hace un mes. Si cae en manos de alguno de nuestros vecinos, hasta en la otra punta del mundo lo sabían ya. O el ejemplo de las vacaciones. Como recordaréis los que me seguís, este verano hemos ido a Cádiz. No nos gustan mucho las rutas preparadas, así que solemos andurrear un poco a nuestro aire, a ver qué descubrimos. En este caso, uno de los pueblecitos que visitamos -por pura casualidad, todo hay que decirlo- fue el que más nos gustó, que no aparece más que remotamente referido como turístico en las guías que la propia Junta de Andalucía prepara, y que tiene nada menos que uno de los 8 únicos jardines renacentistas que quedan en el mundo. Tócate los cojones. Por cierto, se llama Bornos, y recomiendo mucho su visita.

Después de esto, sinceramente no entiendo cómo se le puede dar tanta bola a chorradas como las que sueltan los políticos, y que en cambio, cuando toca hacer promoción de nuestro patrimonio, ni Blas se entere de las joyas que tenemos escondidas.

Desde luego que la vida es maravillosa, pero en este país, si cabe, un poquito más.

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