31 julio 2007

El sorteo de la ONCE

Anoche, después de mucho tiempo de huir, decidí enfrentarme a mis miedos, a mis terrores más profundos y viscerales... y sí, me armé de valor y puse el sorteo de la ONCE. Estas cosas hay que superarlas.

Pero mira tú por dónde, me quedé como pasmada cuando vi que ya no tienen las temidas azafatas, que era lo que me daba susto. Y oigan, qué decepción, una vez que una decide enfrentarse a algo que se encuentre con que ya no existe pues es un chasco, las cosas como son. Pero después me entró la curiosidad, y pensé yo "¡Horror, a ver si han metido otra vez azafatos!", y eso sí que me dio hasta dolor de tripas, pánico cerval y terror animal. Pues oiga, tampoco. Nada, ni azafatas, ni azafatos, ni secretario, ni testigos que dieran fe del numerito que había salido, ni nada de nada. Vamos, una voz invisible que cantaba las cifras mientras caían por un túnel transparente desde un bombo transparente también. Todo muy aséptico, como un quirófano. Todo muy impersonal.

La verdad, creo que nunca podré agradecerles bastante a los señores de Cuatro que hayan comprado el espacio, y que lo hayan reducido a su mínima expresión. Sin duda esto se debe a la cosa del ahorro de costes, pero desde luego que a mí me han hecho un favor grande grande, y al buen gusto también. Y conste que no lo digo por los señores ciegos de la mesa, que eran con mucho lo más digno y presentable del programa, sino porque lo de las chicas con ropas de formas y colores imposibles, todas sonriendo mientras parecía que se aguantaban las ganas de tirarse de los pelos postizos y darse de codazos las unas a otras por salir un segundo más en la cámara, a mí me resultaba espeluznante. Y ya os digo, el día que pusieron un azafato no lo pude resistir, lo siento por él, pobrecillo, pero fui corriendo al servicio presa de una indisposición muy repentina y acuciante. El miedo es lo que tiene, que actúa como purgante.

Y sí, he dicho ciegos. Lo digo desde la perspectiva que me otorgan mis 8,5 y casi 10 dioptrías, yo que ya soy ciega funcional -o sea, que aunque veo algo mi cerebro memoriza los recorridos y la posición de las cosas como si no viera nada- me agarraría un cabreo soberano como a alguien se le ocurriera llamarme "invidente" o referirse a mi "visión limitada". Coño, pues dime cegata y no eso otro, que parece que te da lástima que yo no vea cuando a ti te importa tres pericos. Anda que no me ha pasado veces... Ese día de invierno, cayendo chuzos de punta, yo con las gafas chorreando agua y me pongo a cruzar la calle mientras intento limpiarlas algo (total, no veo un pijo de todas formas), y el típico cagaprisas que va con su coche tipo seat león, me ve cruzar y a última hora tiene que pegar un frenazo para obsequiarme acto seguido con un "¿¿ES QUE ESTÁS CIEGAAAAAAAA??"... y yo con mis gafas de culo de vaso en la mano y la experiencia que da la vida en esto de los conductores que te culpan a ti de lo que hacen mal ellos, le respondo en el mismo tono cordial "PUES SÍ, GILIPOLLAS, ¿ES QUE NO ME VES TU?". Si no lloviera tanto seguro que hubiera sido un gustazo verle mejor la cara, pero es lo que tiene ser medio ciego, que o se es o no se es, pero a ratos sólo no vale ;o) O cuando me las estaban arreglando, que de pequeña me cabreaba y las estallaba en el suelo, se volvió mi padre de golpe y le partí una ceja porque no le vi venir. Y también me preguntó "Pero ¿es que no me ves?" Yo ahí ni contesté, demasiado lo sabía él, que se dejaba medio sueldo en cristales orgánicos superreducidos con baño antireflectante.

Pero a cambio tenemos otras cosas. Los medio ciegos, digo. Y no os voy a hablar del tema tan manido del superdesarrollo del resto de los sentidos, sino de que cuando te interesa, siempre puedes decir que no lo has visto, o escaquearte de hacer de árbitro en el partidillo de solteros contra casados de las vacaciones, porque como no ves tres en un burro y es de dominio público, ese tostón que te ahorras. Y los que no llevan lentillas ya ni te quiero contar, sólo ven lo de delante, echa cuentas. Quiero decir que no ven por los lados, ni por debajo del cristal, con lo que llevar gafas es aislarte del 60% de estímulos visuales. Cuando yo las llevo voy tan concentrada que además, ni oigo si me llaman. Encima, sorda, jejejejejejejejeje ;o)

Lo dicho, que echaré de menos a los ciegos del sorteo de la ONCE, pero gracias de todo corazón al que se le ha ocurrido poner un bombo transparente y una cámara fija, que en realidad es todo lo que hace falta.

La vida es maravillosa cuando desaparecen tus espacios-terror.

No hay comentarios: