Desde luego, adónde vamos a llegar... Si lo tengo yo muy dicho, que ponerse a cavilar por ocio no puede ser bueno. Ojo, cavilar he dicho, y no darle al magín, que lo primero que se debería enseñar en las escuelas y demás sitios de formación de hombres y vidas es "Pensar no duele, compruébalo". Si la mayoría de la gente utilizara un poquito más y en mejor provecho el cerebro que les ha tocado en suerte, de cuántas cosas nos libraríamos...
Pero hoy vamos a lo que vamos. Ayer cavilando, decía, llegué a la conclusión de que mi abuela es inglesa. Sí, sí, inglesa, si no de nacimiento sí de linaje. Me explico. Mi abuela en tiempos fue rubia, que la pobre ahora ronda los 80 años, y los ojos blancos por las cataratas de hoy en su día fueron azul marino. Yo la verdad es que nunca le he dado muchas vueltas al asunto, será porque yo he salido más de la tierra, y porque desde niñas mi hermana y yo hemos comentado como chanza que ella se llevó todo lo descolorido y yo todo lo racial que había en la familia, ya que ella salió rubia con los ojos verdes y yo saqué el pelo negro y los ojos café, y con eso quedábamos contentas. El caso es que cuando fuimos creciendo nos preguntaba la gente si ella era adoptada, no porque no se pareciera a la familia, que sí y bastante, sino por la estructura de sus huesos faciales que hace muy fácil confundirla con una eslava. Vamos, que tiene una cara tirando a rara, con la frente muy amplia, los ojos enormes y los pómulos muy altos y marcados, y luego un mentón tan estrecho que parece que ya no quedaba material para terminarle en condiciones las mandíbulas. Vamos, como las mujeres del norte y este de Europa. Preguntando resulta ser que mi bisabuela era gallega, y la cara de mi hermana es de ella, además del pelo y otros atributos. Lo que sigue es cavilar, pero es bastante factible que merced al intercambio marítimo por la línea de mi bisabuela materna haya algún antecedente familiar foráneo, porque en esta tierra de mil sangres no es fácil saber de dónde vino cada uno, pero la cara dice más de tu origen que las cartas genealógicas y a los estudios de adn todavía les queda en esto.
El caso es que ayer me monté en el autobús e inmediatamente reconocí a un señor inglés, de ese tipo que es inconfundible y en cualquier parte del mundo donde te encuentres lo ves y piensas "es inglés" sin margen de duda alguno. Ya sabéis, pelo rubio cobrizo, ojos azul marino, pecoso... Y yo dije, "un momento, ¿azul marino? ¡¡¡Coño, como mi abuela!!!" La nariz, la forma de la cara, el pelo y todo lo demás me cuadraron de golpe, y el motivo de que yo no me pueda acercar a una piscina o a una playa sin cremas de factor de protección solar inferior al 25.
De modo que llegué a la insólita conclusión de que mi abuela, Lola de nombre, metro cuarenta y seis, natural de Vicálvaro (Madrid) y con un genio de todos los demonios tiene algún inglés en la familia. Y yo por ende. Con lo simpáticos que me resultan a mí los del norte, oye. Que no sé por qué pero conectamos enseguida, cosa que no me sucede con los del sur por mucho que mi manera de ser tire más a la expansión que a la introversión. Paradojas de la vida.
Lo dicho, que ponerse a cavilar lleva a este tipo de cosas. Si es que no se puede tener ni un rato de dispersión mental ;o)
10 octubre 2006
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