02 julio 2008

Mañana pongo las fotos

Bueno, no estuvo mal, considerando que es lo más lento de todos los inventos que pueden volar... Pero debía ser una experiencia relajante y grandiosa y salí más cabreada de lo que llegué. La barqueta soporta el peso de 10 personas en tiene sólo 5 compartimentos: uno central y diametral, para el piloto y sus bombonas de gas, y otros dos por lateral. Metieron a 4 parejas y a la descolgada, que era yo. La cita era a las 7 de la mañana, en Segovia. Los que subieron conmigo llegaron media hora tarde porque se habían perdido, no me dejaban sitio para moverme, no paraban de meterse mano y darse besitos en el pico, y no eran capaces de estar callados un minuto entero. Hay que decir que fueron los únicos, el resto se comportó, pero fue lo justo para joderme a mí el regalo, el descanso y la vista grandiosa. No me pude reprimir y al final dije alguna que otra cosita de ésas mías tan sutiles, como"Por eso algunos vinimos anoche, para no perdernos".

Les odio todavía y han pasado casi cuatro días desde la experiencia, no os digo más.

Eso sí, he hecho un descubrimiento interesante. Vamos a ver, no es que haya inventado la pólvora, pero como soy de natural descreído y sólo me convence lo que yo puedo comprobar en mi persona, pues para mí fue como ver la luz. Me explico. Cuando aterrizas, a las 8 y cuarto de la mañana y en mi caso con el estómago vacío, te dan una copa de champán para celebrar no haberte matado. En mi caso, haber superado el impulso de saltar al vacío desde los 1.000 metros de altura en vista de la compañía que me tocó en desgracia. Pues bien, yo que no bebo más que en ocasiones señaladas porque el alcohol me entra directamente en sangre, pues desde la copilla como que me sentía yo más relajada. Fíjate qué misterio, eso lo sabe cualquiera... pero yo pensé que no iba a hacerme tanto efecto. Y como en mi caso los licores y espumosos siempre me infunden aglegría y buen humor, pues he decidido yo que voy a poner de cuando en cuando una copa en mi vida. Seguro que me mejora la salud y el carácter, jejeje.

Me estoy acordando ahora, al hilo de esto, cuando yo era joven y recién ennoviada con mi santo, que me sacaron una muela del juicio. Fue por la mañana, por lo que no tuve ocasión de desayunar, y al poco de llegar a casa se me pasó la anestesia. Como no podía comer nada se me ocurrió ponerme algún líquido frío en la zona por ver si se me pasaba la rabia, con tan buena fortuna que había pacharán y un bote de espárragos en la nevera. Elegí el pacharán ;o)) Primero me enjuagué, pero aquéllo no me ayudaba, así que lo segundo fue llevarlo gaznate abajo. Para cuando vino mi esposo, con un ramo de flores enorme -todo hay que decirlo- me había bebido un culo de vaso y tenía ya una tajada como un piano. Me ve, nota algo raro y me dice "Pero nena, ¿has bebido?". Le explico la cosa, me pregunta si me aliviaba el dolor, y yo le contesto: "Pues la verdad es que no. Me duele lo mismo, pero ahora ya no me importa".

Pues eso. Ponga un vaso de vino en su vida.

Desde luego que es todo maravilloso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Pues les podrían haber dado las copas al principio del viaje!

Saludos

Gesmida dijo...

También es verdad, y luego todo hubiera sido felicidad y alegría. Aunque pensándolo mejor, imagínate a los plastas que me tocaron si encima les dan de beber... quita, quita, que me quede como estoy!! ;oP