¿Lo sabíais? Pues sí, se ha muerto Paco Umbral. Por mi parte no siento una pena infinita, y no me entendais mal, es que yo creo en el proceso cíclico de destrucción y creación de la materia, así que casi ninguna muerte en mi vida me ha dado mucho pesar. Y he dicho casi, ya os contaré cuando llegue el día y ojalá que tarde mucho, porque mi familia directa vive toda.
No somos nadie. ¿Quién va a meterse ahora con los escritores españoles de éxito y reconocido prestigio? Recuerdo un artículo de Pérez-Reverte en el que le contestaba a este señor, y que me dio ganas de quitarme de enmedio hasta a mí, que según dicen las malas lenguas soy de lo más borde que hay en España, aquí donde me veis, sencilla y encantadora como soy ;o)
El caso es que viendo los obituarios en los periódicos parecía que Umbral había hecho un montón de cosas en su vida, en contra de la arraigada creencia popular de que se dedicaba a vivir del cuento, y que había sido un superperiodista, cosa que yo tengo por totalmente incierta porque el pobre hombre jamás dio una noticia sino que escribía artículos de opinión -que siendo lo mismo no es igual, y que tenía un montón de libros buenísimos que nadie ha leído jamás, seguramente porque eran malos con ganas.
Y aquí es donde acude la pregunta metafísica a mi mente: ¿por qué cuando alguien se muere de repente le beatifican? Vale que está feo hablar mal de los ausentes -no digo ya de los difuntos- pero hombre, un poquito de rigor tampoco está de más, no digamos ahora que lo blanco era verde porque no cuela. Puede ser que se deba a que el resumen viene de la Agencia Efe en los dos casos, y ni se han molestado en pulirla un poquito, pero vamos, que dan una sensación... digamos "perfeccionada" de su importancia y trascendencia en la literatura, en el periodismo y en el mundo. A mí, que es de lo que puedo hablar, ni como lectora, ni como periodista ni como persona este hombre me ha influido lo más mínimo. Y creo que habrá muy pocos que puedan decir lo contrario, ya que ni siquiera contaba con escuela ni imitadores propios, que por suerte o por desgracia es el mejor termómetro del éxito o el buen hacer. Yo, que me he ganado mi cuasiceguera a pulso de dejarme los ojos leyendo todo lo que enganchaba durante 22 años, nunca he sentido interés alguno por su obra, y su persona me repele (por otra parte como a casi todo el mundo). Si tomamos como muestra sus columnas, es que se te quitaban las ganas. Lo que seguro recordamos todos era ese debate al que le invitó Mercedes Milá y el tío dio la nota diciendo aquello tan famoso de "Yo he venido aquí a hablar de mi libro".
Que descanse en paz.
La vida es maravillosa, y seguro que para Umbral, dondé cada uno quiera creer que está, seguro que también.
28 agosto 2007
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